Durante siglos la zona de la frontera del Bio Bio fue el escenario principal de la formación de la identidad nacional, incluso antes de la llegada de los conquistadores. La presencia de los pueblos indígenas y su relación armónica con el entorno debieron ser la tónica predominante en esos tiempos, equilibrio que aún se manifiesta entre los pueblos originarios que han sido desplazados hacia el sur. Con la llegada de los españoles esa armonía se ve afectada, principalmente por la distinta visión del mundo que traían los conquistadores y en donde la obtención de riquezas inmediatas y fáciles, destinadas en parte a financiar las expediciones, se constituirá en uno de los ejes principales del proceso colonizador.
Por esta razón no resulta extraño que una de las primeras preocupaciones de los conquistadores al llegar a América y Chile fue la búsqueda de oro, ambición que se vio fortalecida por la difusión de leyendas que hablaban de la existencia de míticas ciudades perdidas cubiertas de oro, como fue el caso de “El Dorado” en la actual Colombia y “La ciudad de los Césares” en la Patagonia chilena.
La ambición desmedida de los españoles fue aprovechada por los indígenas para dividirlos. Almagro dejó el Perú para iniciar la conquista de un territorio que lo indios llamaban “Chili” y que prometía grandes riquezas. Al no encontrarlas en la cantidad y con la rapidez que deseaba, volvió al Perú decepcionado. Sin embargo, cuatro años más tarde don Pedro de Valdivia se lanzaba a la conquista de estos territorios con el fin último de convertirse en un gran señor. A los pocos años ya tenía en explotación una no despreciable cantidad de lavaderos de oro que le dieron valor para decir que “todo el país era una mina de oro”. Famosos fueron en esos tiempos los yacimientos de Marga Marga, Quilacoya y Villarrica, todos ellos esteros que arrastraban el preciado metal y que era necesario lavar pacientemente, tarea que fue encomendada a las cuadrillas de indios que “ sin más salario que el látigo y sin más alimento que un puñado de maíz tostado debieron trabajar en sus bateas de palo..” para saciar la sed de riquezas de los conquistadores.
Sin duda que una de las zonas auríferas más famosas fue la zona del Bío Bío, especialmente los lavaderos de Quilacoya, en la actual comuna de Hualqui, estero situado a unos cuarenta kilómetros de la ciudad de Concepción y en donde el mismo Pedro de Valdivia estableció una encomienda de indios que le extrajeron el preciado metal durante un breve tiempo. Fue tal la cantidad de oro extraído que el mismísimo conquistador señaló en cierta oportunidad, al mostrársele una batea con gran cantidad del metal, que desde ahora comenzaba a ser un señor. Sin embargo, la prolongada resistencia indígena, justificada en gran parte por la explotación a que se les sometía, interrumpirá constantemente la labor de extracción. Más tarde la época del oro se trasladará a Buena Esperanza de Rere, un pueblo de gran riqueza patrimonial por cuyos campos cruzan una infinidad de esteros ricos en arenas auríferas. La riqueza acumulada permitió que los jesuitas fundieran a comienzos del siglo XVIII una campana que contiene gran cantidad de oro y cuyo tamaño, hermosura y sonido son inigualables. Incluso se logró la formación del Banco , tan breve en su existencia como lo fue el auge del preciado metal.
¿ Podemos hablar entonces de una ruta del oro en la zona fronteriza del Bío Bío?. Sin duda que sí, no obstante las múltiples dificultades e interrupciones que afectaron su explotación a través de los siglos. Sin embargo, es preciso señalar que la riqueza extraída fue limitada y, a excepción de los primeros tiempos de la conquista, su papel dentro del contexto de la ecónomía regional no tuvo la relevancia que sin duda la ha dado la historia.
Para quienes deseen recorrer esta legendaria ruta que ahora intentamos reconstruir, es preciso señalar que su verdadera riqueza no sólo se sustenta en el oro sino que también está en su gente, en sus tradiciones y manifestaciones culturales locales, así como también en los bellos parajes que a pesar de la constante intervención del hombre, aún conservan ese sosiego que los ha caracterizado desde tiempos remotos. La ruta del oro es, a su vez, la gran ruta de las tradiciones.
Está la ruta gastronómica condimentada por una serie de comidas típicas que ofrecen sus sabores a lo largo de todo el año: el pan amasado, las tortillas de rescoldo, el mote con huesillo, la harina tostada, el estofado de San Juan, las sopaipillas con chicharrones, la cazuela de campo y tantas otras delicias que sin duda van a asombrar a los viajeros que se aventuren por la ruta del oro.
Está también la ruta de las leyendas y cuentos campesinos que han pasado de generación en generación. Famosas son las historias y tradiciones de la República de Hualqui, muchas de ellas enraizadas en nuestra cultura indígena como “La Maldición de la Machi”, “El árbol del Amor”, “La Santa de Piedra” y “El cerro de la Costilla” . Otras hacen referencia a la riqueza aurífera que existió en tiempos de la conquista tales como “El tesoro de Valdivia”, “Quilacoya ¿tres robles o tres mentiras”?, y “La olla de oro”. Más allá, siguiendo la ruta de la ribera norte del gran Bio Bio llegamos a Talcamávida, voz indígena que significa “Montaña del trueno”, en donde encontramos la leyenda que explica el origen de una hermosa laguna existente en el lugar. Tierra adentro llegamos a Rere con su esplendorosa arquitectura colonial y su famosa leyenda de “La campana de oro”, signo inequívoco de lo que fue su pasado.
Está la ruta de las fiestas típicas y de las faenas tradicionales que encontramos a cada paso y en cada localidad, como la fiesta de la Santa de Piedra y la fiesta del Choclo en Hualqui, la fiesta de San Juan en Rere, la fiesta de San Francisco o de la Cruz del Trigo destinada a bendecir las siembras, la Cruz de mayo, las trillas a yegua y las vendimias hechas a la manera de antaño, las carreras a la chilena y en fin, una enorme variedad de fiestas locales que sin duda harán más llevadero y enriquecedor el peregrinar de quienes se atrevan a aventurase a través de la ruta del oro en la zona fronteriza del Bío Bío.-
Luis H. Espinoza Olivares
Profesor Historia y Cs. Sociales